El término “vitamina D” se utiliza denominar a de manera genérica a un grupo de esteroides que poseen cualitativamente la actividad del colecalciferol (vitamina D3). Esta sustancia, sintetizada a partir de un precursor que se encuentra en la piel (7-dehidrocolesterol), también puede incorporarse a través de alimentos como los pescados grasos, la leche y los huevos o de suplementos nutricionales. La vitamina D3 presenta un análogo de origen vegetal denominado ergocalciferol (vitamina D2), el cual solo ingresa al organismo por medio de la dieta o de la suplementación.
Tanto la vitamina D3 como la D2 sufren una serie de reacciones metabólicas que tienen lugar en diferentes órganos, para generar compuestos que tienen actividad hormonal y cumplen un rol fundamental, entre otras cosas, en la homeostasis del calcio y del fósforo. Estos compuestos son los 1,25-dihidroxilados (1,25-dihidroxivitamina D3 y 1,25-dihidroxivitamina D2) y se sintetizan a nivel renal. Sin embargo, como su vida media es muy corta (aproximadamente 6 horas), no se utilizan como biomarcadores de rutina en el laboratorio clínico.
Los metabolitos 25-hidroxilados (25-hidroxivitamina D3 y 25-hidroxivitamina D2), que se producen en el hígado a partir del colecalciferol y del elrgocalciferol, respectivamente, son considerados los mejores indicadores del estado de vitamina D en el organismo, ya que sus concentraciones en circulación son más elevadas y sus vidas medias pueden llegar a los 30 días.
Estudios recientes sugieren que también podría tener efectos beneficiosos sobre el sistema cardiovascular, la salud metabólica y la prevención de ciertos tipos de cáncer, aunque estos efectos aún están en investigación.
La cuantificación de 25-hidroxivitamina en suero, es fundamental desde el punto de vista clínico. Su utilidad se relaciona con:
La valoración y seguimiento de pacientes con enfermedades crónicas, malabsorción, enfermedad renal, hepática o autoinmunitaria.
La 25-hidroxivitamina D3 y la 25-hidroxivitamina D2 son las formas predominantes de vitamina D en la circulación y reflejan de manera más fiel las reservas corporales. Aunque ninguna de ellas posee actividad hormonal directa (función que corresponde a las especies 1,25-dihidroxiladas, sintetizadas en el riñón), las formas 25-hidroxiladas son más estables y tienen una vida media más prolongada, lo que las convierte en los marcadores más confiables del estado general de vitamina D.
Dado que su regulación es compleja y multifactorial, las principales guías internacionales recomiendan interpretar los resultados en términos de la concentración total de 25-hidroxivitamina D, es decir, la suma de 25-hidroxivitamina D3 y 25-hidroxivitamina D2. En consecuencia, los valores de referencia clínicos se establecen sobre esta suma, conocida como 25-hidroxivitamina D total, que constituye la medición estándar para la evaluación del estatus de vitamina D en la práctica clínica. No existe consenso sobre los valores de cada fracción por separado.
Esta metodología analítica presenta múltiples beneficios, entre ellos:
Debido a esto, la cuantificación de 25-hidroxivitamina D por este método está especialmente recomendada poblaciones especiales, entre las que se destacan:
Los niveles adecuados de vitamina D contribuyen a a:
Por el contrario, una deficiencia puede provocar:
La regulación metabólica de los niveles de vitamina D involucra una red compleja de procesos fisiológicos. Estos procesos pueden alterarse por:
Esta prueba contribuye al diagnóstico de determinadas condiciones de salud y debe realizarse junto a otros exámenes que indicará su médico tratante, teniendo siempre como marco de referencia su historia clínica como paciente.
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